lunes, 20 de abril de 2015
Me dirijo a todos los que seguís mis relatos.
Permitidme, que abusando de vuestra fidelidad, aproveche para transmitiros una necesidad que siento en mí, la de promocionar ésta mi querida ciudad, que es Cáceres, Patrimonio de la Humanidad, título concedido por la Unesco.
¿Por qué os cuento esto?, ahí van mis razones:
Un buen día recibí la buena noticia de que la existencia de una asociación llamada TORRES DE CÁCERES, donde unos cuantos ADALIDES como verdaderos capitanes se habían lanzado sin temor a una lucha sin cuartel en pos de salvar y defender una maravilla digna de ser contemplada por todo aquel que aprecie la historia, la zona intramuros de Cáceres, y entré a formar parte de este ejército como soldado raso.
Y de ahí ha surgido la idea de contar que Cáceres ha sido nombrada Capital Gastronómica 2015 tomando el relevo a Vitoria-Gasteiz, y que tenemos que aprovechar esta oportunidad poniendo nuestro granito de arena para que una Ciudad tan noble, bella y una de las mejor conservadas de las ciudades medievales de Europa, tenga la difusión internacional que por méritos propios se merece.
A vosotros, mis lectores internacionales, os digo que ya sabéis de Cáceres por mis relatos ya que muchos de ellos están ambientados en la Ciudad Monumental pero me gustaría invitaros a contemplarla, que paséis la barrera del presente para transportaros a un pasado lleno de misterios y de leyendas escalofriantes.
Podréis disfrutar de un lento paseo al anochecer, acompañados por la luna, que hace de guía muda por las laberínticas callejuelas, mientras las farolas, ajenas a su cometido, se encuentran apostadas en cada una de las esquinas y tintinean con luces oscilantes y misteriosas, haciendo revivir al caminante una época pasada y fuera de la realidad.
Si os apetece, este es el momento oportuno para visitarla, podéis estar seguros que no quedareis defraudados.
Y para mis lectores cacereños, mis amigos más cercanos, os animo a promocionar el patrimonio cultural, histórico-artístico, arquitectónico y gastronómico de la Ciudad de Cáceres, fomentar la recuperación de sus tradiciones y valores e impulsarla como destino de excelencia turística. Os esperamos en Torres de Cáceres.
No olvidéis, que uno a uno, somos muchos…
miércoles, 15 de abril de 2015
Lo que jamás se atrevió a contar (2ª parte)
Es obligada a bajar unos peldaños desiguales, dándole la sensación que la estaban metiendo en un lúgubre sótano, al entrar su cabeza se cubrió con las telarañas que reinaban en aquella estancia, aquel lugar se encontraba sumido en la más estricta oscuridad; palpa las paredes buscando un hipotético amparo en su ya incipiente desesperación, poco después pudo comprobar que se encontraba en un sótano y que debía estar olvidado hacía mucho tiempo, pues por allí pululaban todas clases de insectos que viven en la oscuridad.
Ya no es tan optimista, pues lo que estaba viviendo no era para nada halagüeño, pues empezaba a emerger un sentimiento de miedo que no creyó poseer. Entonces cree que sería un descalabro, si llegara a estar mucho tiempo encerrada, pues en esas circunstancias no podía escribir, sin luz, ni tan siquiera tenía un trozo de papel…
Desilusionada apoya su cuerpo tembloroso en la pared, poco después camina vacilante como son los primeros pasos de un bebé, necesitaba pensar en algo que aliviara su desamparo, buscar cualquier resquicio de luz que le diera algo de seguridad en una estancia insegura.
Su espanto se acrecienta cuando algo choca con su cabeza, lo toca, era algo frío y duro cómo una piedra, espera unos segundaos hasta serenarse, ya empezaban sus ojos a adaptarse a la oscuridad, pero de nuevo ese algo vuelve a rozar su cabeza…también la cara, aquello lo que fuera la estaba asustando, pues se balanceaba, entonces quiso adivinar que se trataba de un cadáver que se hallaba colgado de una viga del techo.
Aquella situación imprevista hizo en ella el efecto contrario al terror, enseguida imaginó que entre aquellas tinieblas podía habitar una fuerza invisible que le podían ser un excelente argumente para su novela, entonces, despertó su imaginación, empezando a forjar sin dificultad todas las posibilidades y combinaciones que peligrosamente le empezaron a aflorar hasta hacer emerger en ella sus más bajas pasiones.
Se asusta ante estos pensamientos que le pareció no eran adecuados en esos momentos, se apoya indolente en la pared, cuando siente que se mueve acompañada de un chirrido de hierro oxidado, más que asustarse, despertó en ella una esperanza, que era dominada por una insaciable ansiedad por lo desconocido, de nuevo y, sin razón, volvieron a dominarla los más turbios y anhelos oscuros.
Se introduce por aquella oquedad, reinaba la misma oscuridad, sigue caminando, de repente un olor a humedad le inunda las fosas nasales que se va acrecentando a cada paso que daba, poco después descubre un pequeño punto de luz, se dirige hacia él como una mariposa acude a la luz.
No sin dificultad, se acerca donde creyó estaba aquel punto de luz, esperanzada sabe que se encuentra en el fondo de un pozo seco ¿acaso era el mismo que ella vio en aquel patio porticado? Busca la soga que pendía de una polea, logra asirse a ella, con los pies apoyados en la estrecha pared escala con la intención de llegar hasta el brocal agarrada a la cuerda. Oye voces, pero cuando abre la boca pata pedir auxilio, sus músculos se tensan más de la cuenta al oír que hablaban emitiendo aullidos coléricos y entonces supo que estaban hablando de ella.
Anna ya no podía resistir por más tiempo el esfuerzo al que tenía sometida a sus piernas y brazos, estaba segura que se había metido en un avispero con una difícil salida, entonces decidió esperar a que oscureciera, sabía que no había otra alternativa. Poco después pudo oír la vos de aquella mujer menuda que decía:
- No hay de qué preocuparse, la tengo a buen recaudo, aunque anoche cenó poco, lo que le puse en el vaso del agua fue lo suficiente para que perdiera el sentido de la realidad.
Entonces Anna recuerda, que antes de subirse a la cama vomitó al sentir molestias en el estómago. Ya había anochecido cuando en el silencio decide salir del pozo, con un impulso que le sorprendió al no encontrar ninguna dificultad. Una vez en el patio su cabeza empezó una sofisticada estrategia, pero antes de ejecutarla, debía poner orden el aglomerado de sensaciones, pues éstas podían impedirle lo que se suponía debía hacer, pues recordó que unos meses antes en uno de sus sueños vivió que la situación en la que se encontraba ¿Y si hubiera estado de ante mano todo planificado?. Claro siempre creyó que todo era un sueño literario.
La despierta inteligencia de Anna se encontraba en plena confusión; algo le impedía razonar con claridad, entonces decide buscar por la casa a los que se hicieron pasar por posaderos, era evidente que tramaban algo peligroso, pues habían demostrado que eran de la más baja ralea.
Anna oye unos pasos, su corazón se desboca, se esconde tras una columna, el hombre no la ve pero, cuando llega a su altura incomprensiblemente Anna se pone ante él, éste al verla tan decidida, sonríe complacido, ella también sonríe, el hombre amenazante se acercaba a ella cada vez más peligrosamente, y en un alarde de valentía Anna se desprende del pasador que sujetaba su pelo, el hombre vuelve a sonreír confiado, entonces Anna con sutil coquetería se abraza a su cuello clavándole el pincho del pasador en la vena carótida; el hombre seguía mirándola con cara de idiota, mientras se desangraba vaciando sus venas lo lleva dócil cómo si fuera un muñeco de guiñol hasta el brocal del pozo, segundos después caía al fondo.
Continuará...
viernes, 10 de abril de 2015
martes, 24 de marzo de 2015
Lo que jamás se atrevió a contar
Cuando un día Anna sentada en su escritorio decidió
contar su historia, inmediatamente pensó que la narración que quería contar, sólo
sería una parte de lo que había vivido, llegando a la conclusión que no podía
ser de otra manera, pues si llegara a
ser sincera, haría el efecto contrario al que ella deseaba, pues sería
como tener que desnudar su alma, un alma que al pasar el tiempo de lo
acaecido, aún seguía encallecida por los acontecimientos que tuvo que pasar a lo largo de su vida.
Yo creo que cuando pensó en la publicación de su
relato, para todos aquellos que la conocíamos, al tener el texto en las manos
supo que podíamos llegar a dudar de su autenticidad, pues en algunos párrafos
se veía claramente que no deseaba profundizar, por miedo a que se pudieran
sacar erróneas conclusiones y que se
pudiera notar claramente que estaba
omitiendo la esencia de lo más importante. También llegué a la conclusión de su
sofisticada manera de ser, que contrastaba con un enigmático hermetismo que
afloraba en ella en algunas ocasiones; desconcertando a los que la rodeaban.
Este definido carácter fue el que propició que a los
dieciocho años decidiera vivir una libertad prematura que le hizo sobrepasar todos los límites.
Y así comenzó
su relato, con unos recuerdos de cuando decidió hacer un viaje acompañada por
un chico que acababa de conocer en un Pub una noche loca; éste sería su primer
viaje, pues quería recabar argumentos para hacer realidad sus ilusiones,
deseaba escribir una novela, una de esas novelas que quedara al lector
impactado por su contenido, pero al mismo tiempo quería que, en su ejecución, se
pudiera notar la realidad de su historia, siempre basándose en no contar las situaciones más escabrosas.
Aquella tarde de su partida, era otoño y el sol aún
calentaba cuando su amigo circunstancial llego a recogerla en un flamante
deportivo, saliendo de Cáceres en dirección a un pueblo perdido del sur de
Castilla que hace frontera con Extremadura.
Yo desde el momento que decido escribir sobre lo
poco que se puede saber de ella dado el carácter que ostentaba, al preguntarle
por el nombre del pueblo, se quedó callada, tan sólo me dijo que no se
acordaba; más tarde al disculparse, me dijo que el nombre de aquel pueblo sólo
estaba grabado cómo un tatuaje en sus entrañas.
Anna siempre estuvo obsesionada con vivir una gran
aventura, pero por el momento se conformaba con comenzar a tan sólo unos pocos kilómetros de Cáceres.
Nada más llegar, se sorprendió que no encontraran
alojamiento, su acompañante la tranquilizó, pues sabía comentó de una casa que
se encontraba a las afueras del pueblo.
Poco después se vio ante una de esas casas
solariegas, mitad palacio, mitad agrícola que de todos modos le pareció que era
la casa perfecta para sus propósitos, a pesar de lucir un aspecto un tanto
deteriorado.
Frente a las escaleras de subida al portal, Anna
mira la fachada con interés, entonces piensa ilusionada que el argumento de su
novela empezaría por describir aquella fachada que le pareció sin más, muy
peculiar.
De repente, se siente observada, mira escudriñando
cada centímetro de la fachada y descubre un ventanuco tapado con celosía de
madera despintada por las inclemencias del tiempo, sus ojos se cruzan con otros
ojos que asomados por los entramados de la celosía parecían taladrarla con la
mirada.
Poco después sin percatarse de ello, se abre el
portón apareciendo ante ella una mujer pequeña, vestida de negro, mira hacia
atrás y para su sorpresa, el joven que la acompañaba desaparece a toda
velocidad en su automóvil. La mujer se dirige a ella con voz que carecía de
matiz:
- La estábamos esperando.
Y con un gesto la invita a pasar, entran en el
zaguán que a Anna le pareció inmenso, con el suelo de granito que se encontraba
ennegrecido al carecer de limpieza, la sigue hasta llegar a un patio interior
porticado, en medio el clásico pozo con brocal, una polea de hierro soporta una
cuerda de donde pende un cubo de cinc.
Anna sigue a la mujer, hasta llegar a una de las
habitaciones que supuso le tenía destinada. Cuando se encuentra en la
habitación y recorre la mirada, todo le
parece tan extraño que hasta llega a gustarle el que careciera de ventana,
arrimada a la pared una alta y enorme cama con cabecero de hierro, se queda
pensativa pues sintió que algo no empezaba a encajar, pero enseguida se
sobrepuso y una sonrisa afloró de sus labios cuando pensó que sería afortunada
si por la mañana al despertar y bajar de la cama se encontrara ilesa.
Entonces fue
cuando pensó en su improvisado compañero, que la dejó tirada desapareciendo sin
dar explicaciones y fue cuando dedujo que aquella casa no parecía tener dada
que no estuviera previsto, ni tampoco su entorno, aquella casa no era nueva para ella, pues ya
la había imaginado en sus sueños.
Aquella noche al acostarse después de una cena
rápida, sorprendida pudo comprobar que no había más huésped que ella. Este
descubrimiento llego a preocuparla por unos momentos, pero enseguida descartó
toda incertidumbre al pensar que por primera vez se sentía libre y feliz por haber
conseguido el poder hacer lo que siempre soñó, escribir un libro sin prejuicios
arrancando la esencia de lo que le rodeaba.
Aquella noche durmió como hacía días no había
conseguido dormir motivada por la
agitación de saber que ya había emprendido lo que quiso llamar aventura.
Por la mañana al salir de la habitación y
cuando se dirigía al comedor, le invadió
un tremendo deseo de investigar la casa, pues quería empezar cuanto antes a
escribir; pero algo extraño pasó, porque al mismo tiempo que se disponía a
caminar, de repente sintió como si un nudo virtual apretara una soga que creía aprisionaba su cuerpo, obligándola a seguir
las directrices ciegamente de algo que
desconocía y que le marcaba el camino. Anna se empezó a sentirse como si fuera
un reo cuando caminaba por un corredor largo con olor a moho.
Siente que su corazón palpita henchido por una
emoción sin límites, Anna sigue dócil al ser invisible, no puede saber de qué
se trata, pues no se oían pasos, ni voces que la guiaran. Entonces descubriría el
porqué no recordaba nada, pues era un
estigma que llevaría para siempre, al
pasar por el comedor su corazón la obsequiaba con pálpitos devastadores,
haciendo crecer en ella una nueva incertidumbre, fue entonces cuando se preocupó por saber dónde la dirigían aquellos amarres magnéticos
que la estaban dominando.
De pronto es
obligada a pararse, ya no sabía dónde se
encontraba, sus ojos empezaron a nublarse, podía oír el ruido frío y seco de
un cerrojo al abrirse y cómo los goznes de una pesada puerta parecían
regocijarse con el roce de los mohosos hierros.
miércoles, 11 de marzo de 2015
El descubrimiento (final)
Pero Anna se
relaja al recordar que ella misma la cogió de la caja de seguridad, junto con el frasquito que contenía el
resultado de la investigación, esto fue dos horas antes de emprender aquel
viaje. Pero en su estado de excitación
no podía pensar, aquella sustancia era muy importante, pues le dio vida a su
gato… vuelve a rebuscar en la mochila, su estado a cada momento se hacía más
excitado, mete por quinta vez la mano, al momento respira aliviada, en uno de
los pliegues del fondo se encontraba el pequeño tubo, junto a la piedra donde también se encontraba un pergamino con
un texto antiguo escrito donde se daba
la explicación de cómo ser manipulada aquella piedra para sacar la sustancia y
que sus efectos fueran positivos, porque esta sustancia( según decía el
pergamino que encontró después de mucho buscar por las librerías de
anticuarios) este mineral debía ser compartido según las circunstancias y el
propósito del que la manipulara.
Anna aquella
noche antes descansar ya tenía preparada
una estrategia a seguir, tan sólo tenía que enfrentarse a tres hombres
que estaba segura no dominaban aquellos parajes y además se encontraba con
ellos la cursi de su compañera. Al alba, Anna es la primera en aparecer por
el único comedor que había en el poblado,
bebió un sorbo de café muy caliente y cuando se disponía a subir a la montaña,
al salir del albergue ve a los cuatro esquiadores subir ufanos la montaña dónde
ella casualmente tenía previsto esperarlos en la cima. El encuentro en lo alto
de la montaña con su compañera fue demasiado efusivo y entonces Anna
aprovechando la favorable coyuntura, con gran amabilidad se brindó para
enseñarle nuevas rutas que exhibían paisajes maravillosos. Todo el grupo se
acercó a ella para escuchar la propuesta que, Anna con su fingida
inocencia, les hizo, un juego divertido que prometía conseguir que la adrenalina les subiera a tope
al ser deslizados por la ladera.
Anna se encajó
en la espalda su mochila sabedora de cuáles eran las intenciones de sus
compañeros casuales de ruta, entonces observó que entre ellos se podía adivinar
una mueca irónica que aparentaba ser una sonrisa. En ese momento “la pija” le
dijo:
-
¿Piensas
ir con la mochila? Parece que la has cargado demasiado ¿no?
Entonces Anna
contestó:
-
No
te preocupes, no pesa nada, pues todo lo que traje metida en ella lo he tenido
que tirar, al parecer no supe que los alimentos enlatados también se
estropeaban cuando son manipulados.
Todos la miraron
como si fuera un cordero a punto del sacrificio.
Subieron a la
cima, parecía que se alejaban demasiado de la ruta por donde habitualmente
transitaban los esquiadores, se levantó una ventisca y el frío se empezaba a
sentir intenso, la nieve se volvió dura, una vez arriba había que ser muy ágil
para hacer un buen descenso con la nieve en esas condiciones. Decidieron
regresar aunque aún quedaba al menos dos horas para la puesta de sol.
Anna solícita
les indica el punto donde reunirse, todos aceptan, uno de ellos masculla al
lado de su compañero:
-
Ya
estoy arto de tanta comedia, había que quitársela de en medio cuanto antes.
El frío parecía
haberse aliado con el viento y dijo uno de ellos lamentándose por haber ido
hasta allí:
- Este tiempo no
es nada bueno para mis huesos.
Poco después ya
todos se encontraban al amparo del bosque de coníferas, pero alguien se da
cuenta de la ausencia de Anna,
impacientes la buscaban con la mirada, ella debía estar allí pues había
llegado el momento que tanto habían esperado. El viento cada vez más virulento,
hacía agitar las ramas que dejaban caer la nieve dura sobre ellos, tuvieron que
taparse lo poco de cara que tenían al descubierto
con las manos.
De repente se
empezó a oír como pisadas precipitadas de animales que hacían temblar el suelo,
parecían huir de algo y cuando quisieron darse cuenta de lo que estaba pasando
un alud de nieve iba hacia ellos para sepultarlos, que junto con la manada de
lobos hambrientos que se dirigían hacia el bosque para refugiarse, se formó una gran pelea entre fieras y
“personas” que terminó en una terrible sangría que la nieve se ocupó de borrar.
Anna desde una
atalaya en lo alto de la montaña vio todo el dantesco espectáculo, sacó de su
mochila aquel pedazo de piedra, que siempre estuvo con ella y frotándola con
sus manos sintió tanto poder dentro de
ella que quiso desear todo lo que le rodeaba. La montaña en unos segundos se
desmoronó, no dejando rastro de una mujer que por ser ambiciosa, no quiso
compartir la sabiduría de aquella piedra, pues fue mucho más malvada que los que
querían arrebatársela.
Aquella mañana,
al despertar Anna, se sintió rara, confusa, puso los pies descalzos en el suelo
y entonces se dio cuenta de que la avaricia y la ambición no es ninguna utopía,
pues se puede encontrar extendida entre los seres humanos de tal manera como se
expande la peste. Entonces Anna al mirarse
al espejo, siente que no se reconoce y se pregunta:
¿Por qué tengo que compartir algo que me puede
dar todo el poder del mundo?
Una sonrisa
diabólica se dibujó en su rostro que parecía transformado.
Aquella piedra
que ella cogió del suelo quizás no fuera tan benefactora cómo se suponía.
¿O tal vez había
cogido del suelo una piedra equivocada?
¿Era ella la adecuada depositaria?
Aquella mañana
mientras se dirigía al trabajo, una cornisa en mal estado se desprendió por donde ella transitaba y una mano poderosa
la hizo desviarse unos metros, aquella cornisa de piedra no era otra cosa que
un aviso.
La piedra, sí
tenía poderes, pues le hizo ver en sueños que el poder no es para enriquecerse.
Anna aquel fin
de semana se acercó a la orilla del río Tajo y en un impulso tiró la piedra
para que la custodiara, allí estaba segura que no la encontraría nadie.
miércoles, 25 de febrero de 2015
El descubrimiento (2ª parte)
Cuando está
segura de que el aparato ha desaparecido, se pone en pie, las piernas le temblaban
y cuando se encontraba a punto de
lanzarse pendiente abajo, de nuevo es roto el silencio y aquel helicóptero parecía regresar para cerciorarse
de que los cuerpos que habían arrojado a la nieve se encontraban aún donde
ellos los habían dejado.
Anna ante este
contratiempo inesperado, empezó a sentir frío de repente, divisa como si fuera
una divina aparición un bosque de coníferas y se lanza hacia allí a velocidad
vertiginosa mientras los esquíes sorteaban los arbustos. Una vez se vio a
salvo, clavó las palas en la nieve, necesitaba saber donde se encontraba
exactamente, sacó la brújula del bolsillo pero ésta extrañamente no parecía funcionar, la
tranquilizó cuando recordó que según el mapa que había estudiado antes de su
partida, se debía encontrar cerca de un
albergue. Abrió la mochila para sacar el mapa y estudiarlo pero asombrosamente éste
no se encontraba en la mochila, intentó recordar el nombre del poblado, era
importante para ella en esos momentos tener lucidez para no llegar al extremo
de asustarse por esta circunstancia, que le parecía del todo anormal, pero el pequeño poblado, a pesar de no recordarlo,
pensó que tenía que estar cerca, su
memoria le estaba traicionando.
De pronto, se
rompe de nuevo el silencio y sus nervios se alteran al pensar que ya no podía
disfrutar de aquella idílica panorámica. A pesar de haber estado preparando el
viaje minuciosamente durante mucho tiempo para poder encontrarse entre aquellos
parajes, para ella de ensueño que ya habían perdido toda la magia que había
soñado.
Pero de nuevo
algo irrumpe en el ambiente, las ramas de los arbustos se empezaron a estremecer,
Anna contiene la respiración cuando oye acercarse el siseo de unas tablas que rozaban
rápidas la nieve virgen, de nuevo pasa cerca de ella otro esquiador que veloz
atravesaba el bosque, este hecho parece tranquilizarla, pues debía encontrarse
cerca de donde ella suponía.
Poco después,
siguiendo los surcos que aquel esquiador dejó en la nieve, se encuentra en
medio de la única calle del poblado. Busca un refugio, ya era la hora de la
cena y el frío se empezaba a tornar helador, no había nadie en la calle, tan
solo se podían oír por los ventanucos las animadas conversaciones de los
esquiadores que pronto se dispondrían a retirarse, pues a la mañana siguiente
saldrían al amanecer para practicar su deporte favorito.
Cuando Anna se
acerca para empujar la puerta de uno de los refugios sus piernas se quedaron
varadas, las voces que se oían desde la calle parecían comentar que tenían que encontrar a uno de los
esquiadores que creían haber visto desde el aire, aunque parecían no estar muy
seguros de que éste esquiador pudiera haber visto algo.
De repente,
alguien pronuncia su nombre ”Anna”.
¡La habían
visto! enseguida habló un tercero con voz de trueno:
- No penséis que
la hemos traído hasta aquí sólo para saber que hace esta “listilla” en estos
parajes helados, espero que después del trabajo que nos ha costado dar con ella
no se raje nadie.
- Eso no nos va
a pasar, si somos nosotros los que la encontremos primero, aunque es más
probable que la policía encuentre antes del anochecer los cadáveres al hacer la
ronda, recordad que los pusimos en un
sitio visible para que fuera visto por algún esquiador que inmediatamente diera
la alarma.
Anna seguía escuchando
la conversación.
- No cabe duda -
dijo uno que tenía la voz aflautada- de que cuando encuentren los cadáveres saldrán en su busca,
pues las pruebas que hemos quedado son más que suficientes para culparla del
doble asesinato.
Anna no podía
seguir escuchando más y cruza la calle buscando un refugio lo más lejos posible
de aquel donde se encontraban los hombres que parecían buscarla, no les había
visto la cara pero por la forma de expresarse tenía una vaga idea de quienes podían ser.
Anna una vez en
la cabaña que se encontraba en la punta opuesta a donde había escuchado aquella
conversación, intenta serenarse, tenía que pensar en alguna estrategia para
poder salir airosa de aquella trampa en la que le habían metido ¿pero… quién?
Aquella noche no
pidió nada para la cena, necesitaba silencio para meditar, tenía que hacer todo
lo posible para saber quiénes eran aquellos hombres que iban a por ella y,
después de haber visto cómo desde un helicóptero tiraban dos cuerpos que
parecían haber sido asesinados, ahora estaba segura de que quizás el próximo cadáver sería el de
ella ¿y si…eran sus dos compañeros de
investigación los que le habían precedido?
Estos
pensamientos la hicieron temblar ¿y si la piedra que ella guardaba llegaba a
estar en posesión de esos desalmados? Necesitaba relajar la tensión, pues no le
dejaba ser coherente con lo que le estaba sucediendo, más tarde pensaría cómo
elaborar la forma de salir airoso de ese atolladero en el que alguien la había
metido.
Abre la mochila,
necesitaba saber si todo aquello que necesitaba para atravesar una de las más
escarpadas montañas se encontraba en
orden, pues tenía la intención de atravesar laderas para llegar hasta los más
arriesgados picos escarpados de la sierra. Mientras pensaba en el itinerario a
seguir, sus manos empezaron a temblar cuando al sacar de la mochila las viandas
y utensilios que tenía que utilizar en caso de emergencia vio que allí no había
nada de lo que había guardado antes de su partida, las latas de carne en
conserva se encontraban vacías, el detector de avalanchas se encontraba sin
pilas, el airbag lo encontró con los cordones de seguridad rotos.
Anna no sabía
que podía haber pasado, pues desde que cargó la mochila con los accesorios
necesarios, estaba segura que no la había tocado nadie. Su desconcierto fue en
aumento cuando oyó el tintineo de unos tacones por el pasillo, no podía creer lo
que estaba oyendo, allí en plena montaña una mujer taconeaba. Con el oído tras
la puerta, una risa cantarina le hiela la sangre que la devuelve a la realidad,
sin duda era ella, su compañera de sección, una inútil que tan sólo hacía a la
perfección el trabajo del flirteo con los jefes.
Esa pécora la
había seguido, ¿qué motivos le habían llevado para hacerla culpable de un
delito que no había cometido? por lo tanto ella era el artífice de aquella
trama ¿quién había tenido la osadía de hurgar en su mochila? Quien fuera que
fuese habría buscado con ahínco la piedra que se hallaba escondida en una bolsa
de plástico dentro de la caja de
seguridad.
Continuará...
fotografía: agrostok.es
miércoles, 18 de febrero de 2015
El descubrimiento (1ª parte)
Anna, tras cinco
años de intensa investigación, creyó haber logrado su objetivo. Hacía quince
días que había dado por terminado el trabajo con resultados sorprendentes, y toda
esta consecuencia la produjo una pequeña piedra que en uno de sus viajes a
Egipto había recogido a los pies de una de las pirámides visitadas en el Valle
de los Muertos. Desde que hizo aquel viaje había estado metida en el fondo de
su bolso sin darle la menor importancia, cuando un día después de haber pasado
un tiempo, Anna hurgando en él la rescató del fondo y sin tener motivo aparente
y cuando la tenía en su mano pensó que quizás aquella piedra milenaria podía
desvelarle algún secreto de los muchos que este pueblo era depositario.
Más tarde y
después de su manipulación, nunca creyó que con unos miligramos de la arena que
había sido desprendida de la piedra, ésta pudiera contener una energía tan poderosa que fuera capaz de
curar. Este hallazgo, tan sólo lo compartió con sus dos más íntimos colaboradores
del laboratorio, lo hizo así porque siempre le parecieron serios y respetados
en la historia de la egiptología.
Mientras Anna
trabajaba con la pequeña piedra, cada día y en su manipulación, notaba que se
manifestaba en ella unas extrañas reacciones
que desprendían pequeños y casi imperceptibles rayos luminosos que la
sorprendieron tanto que desde el mismo momento en que esa energía se manifestó
ante ella, Anna empezó a oír una voz rara que parecía estar distorsionada que
le decía: “Es peligroso para ti lo que
intentas descubrir, ten mucho cuidado, pues la ambición se encuentra acampando
a sus anchas por doquier, y cuando se difundan los poderes de los que soy poseedora, querrán llegar hasta mí a través de
ti y estoy segura de que no podrán límites
para lograrlo, siendo capaces hasta de llegar a matarte”.
Pero aquella
voz, no consiguió que Anna dejara la iniciativa del proyecto y haciendo caso
omiso siguió adelante con el mismo entusiasmo del que no quiere oír. Aquel
trabajo fue tan fuerte, que llegó a
agotarle sus energías. Anna aquel día salió del laboratorio ya muy entrada la
noche, se dirigía a su apartamento, cuando abrió la puerta se sorprendió de que
su fiel minino Míster no salió a recibirla cómo tenía por costumbre. Inmediatamente
se dirigió a su caseta y allí se encontraba acostado, parecía abatido y Anna lo
acariciaba pasando la mano por su lomo pero Míster no podía ni siquiera abrir
los ojos.
Anna,
desconcertada, recuerda haber guardado en su bolso un frasco con las pruebas
que eran el resultado de la esencia de
su investigación. Sin dudarlo, acerca el frasco a la boca del minino y cuando
la sustancia tocó la lengua del gato un rugido ensordecedor salió de su
garganta, como si una fiera salvaje saliese del cuerpo del animal, dando al mismo tiempo
un brinco. Ella, asustada, dio un paso atrás ante este inesperado descubrimiento y poco después pudo ver al animal cómo paseaba
por el pasillo con el lomo encorvado desprendiendo vitalidad.
Ante esta
reacción Anna vuelve al laboratorio, llama a sus compañeros para comunicarles
la noticia y poco después se encontraban los tres analizando lo ocurrido. Dos
meses después y al término del intenso trabajo, ya podían decir que habían
descubierto una nueva energía que podía
ser aplicada como fármaco en los
procesos de enfermedades incurables, haciendo devolver a los enfermos la
vitalidad necesaria para continuar con su vida habitual.
Tras haber hecho
algunos experimentos con resultados óptimos a algunos de los pacientes, decide
junto a sus compañeros que aquellos documentos acreditativos se debían guardar como documentos importantes de la
investigación en una caja fuerte. Entonces fue cuando Anna con el trabajo
concluido, hace las maletas para emprender un viaje de relax.
Una mañana sale
del aeropuerto de Barajas destino Nueva York, de allí tomó un vuelo que la
llevaría a Canadá para dirigirse a una
estación de esquí. Una vez allí, se sube al teleférico hasta llegar a lo más
alto y una vez en la cima se apea del remonte, minutos después se vio sola en
la cumbre donde recibió la primera sacudida de adrenalina que tanto estaba
necesitando después del intenso trabajo elaborado. Ahora Anna se veía libre,
disfrutando de un cielo azul que sin proponérselo le emocionaba al pensar que
podía sentir y hasta tocarlo con la punta de los dedos, a sus pies una
nieve tan blanca que por unos momentos la cegó.
Se ajusta las
gafas, el casco y encaja en su espalda la mochila para asegurarse que el airbag
se encontraba en perfecto estado en el caso que sufriera una avalancha, se mira
los pies , los esquís se encontraban bien ajustados, una vez todo en orden se
dispuso a bajar por una suave pendiente, necesitaba disfrutar de toda la
esencia que le regalaba la naturaleza, ese día no había ni una bizna de viento,
ni una pequeña nube que pudiera enturbiar su paz interior y pensó que era el
día perfecto para fundirse de lleno en el manto blanco.
Y siguió
descendiendo, suave, plácidamente, mientras los esquís hacían surcos en zig zag
pero el ruido inesperado del rotor de un helicóptero parecía aproximarse al
lugar donde ella se encontraba, entonces Anna en un instinto de protección se
echó en el suelo, al llevar un traje blanco pensó que pasaría desapercibida, la
verdad es que le pareció muy raro que un helicóptero civil estuviera sobre volando por las pistas donde se encontraban
los esquiadores.
Se agazapó hasta saber que era lo que estaba pasando,
pues no deseaba que nada, ni nadie enturbiara su momento de gloria cómo el de deslizarse libremente
por aquellas montañas.
Anna espera
curiosa cuando ve cómo el aparato se
posa en una pequeña explanada sin apagar el rotor. Entonces ve que un hombre
salta al suelo, abre una puerta trasera de par en par y para su sorpresa ve
caer uno tras otro dos cuerpos que parecían inertes. Anna aterrorizada se da
cuenta de que eran dos cadáveres, poco después el helicóptero levanta el vuelo.
Anna por unos minutos duda si acercarse, pues no acababa de creer lo que había
visto.
Continuará...
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