domingo, 19 de octubre de 2014

La experta en finanzas (1ª parte)



Anna  era directora financiera, tenía un puesto de responsabilidad en uno de los bancos con más prestigio del país. Por su experiencia ya dirigía un equipo de diez personas  en el área de financiación y llevaban a cabo las gestiones de las grandes fortunas. Obtenía, por su celo y dedicación, grandes volúmenes de facturación que daban reporte internacional al banco.
Tenía cuarenta años aunque por su aspecto aparentaba no más de treinta, hablaba tres idiomas  a la perfección y aún no había decidido qué hacer con su vida fuera del trabajo. Una noche, tomando una copa con un grupo de compañeros, lo cual  era poco habitual en ella, le presentaron a una joven con la que charló un rato, cuando se despidieron parecían  haber congeniado.
Una semana después de haber sido presentadas y cuando Anna se dirigía a trabajar, se  encontraron por la calle y las dos charlaron unos minutos antes de comenzar la jornada. Anna se sorprende cuando Natalia le hace una invitación que a Anna le pareció precipitada al ser ya jueves, era para pasar el fin de semana en un castillo que dijo había sido propiedad de sus tíos y que desde que estos murieron, tan sólo lo solían frecuentar ella y sus dos hermanos, que acudían con alguno de sus amigos para que el edificio no se deteriorara, dejándolos en manos de la familia que lo guardaba.
Natalia le dijo a Anna:
-          Allí Natalia te sentirás muy feliz ante tanta naturaleza salvaje, pasearemos a la sombra de las encinas, también tenemos un río que recorre parte de la finca donde se puede pescar.
Anna ante esta descripción tan fantástica, aceptó sin hacer ninguna pregunta.
Llegó el viernes y al atardecer del mes de abril y cuando aún el sol asomaba por el horizonte, Natalia la recoge en la puerta de su casa subida en un flamante todo terreno, Anna se deslumbra ante tanto despliegue de lujo de su nueva amiga y una vez en el coche Natalia enfila la carretera que lleva a Trujillo. Antes de llegar a la ciudad se desvían por un camino vecinal, estrecho y polvoriento y después de rodar unos quince kilómetros, Anna divisa en lo alto de una colina una edificación de aspecto medieval que se encontraba medio derruida, ante esta visión Anna se sorprende, aquello en verdad era un castillo, pero se veía a todas luces que estaba inhabitable.   Anna espera que Natalia diga algo al respecto, pero tan sólo sintió en su cuerpo la sacudida brusca de un frenazo cuando Natalia aparca el coche frente  aquella  ruina que como entrada mostraba una puerta enrejada y oxidada por la cual se podía ver un patio abandonado de muchos años alfombrado de aquella planta que tantos sinsabores le creaba cuando salía al campo y por descuido se rozaba con ellas, todo el suelo de aquel patio era una sola planta llamada ortiga.
Natalia, sin decir nada, abre aquella puerta impregnada de herrumbre, le dice que la siga, se adentran por aquel recinto donde nada más entrar Anna vio desaparecer todo su fantasía de pasar un feliz fin de semana, se encontraba ante una mole gris, que al mirar sus paredes se le antojó un gigante viejo arrugado  muerto y olvidado.
Después de subir unas escaleras rectas y estrechas, entran en una sala de grandes dimensiones donde tan sólo se podía apreciar que había estado alguien allí por la abundante  ceniza que rebosaba por la embocadura de la enorme chimenea.
Anna  se encuentra parada en medio de aquella estancia, espera que Natalia le dé una explicación razonable de lo que era todo aquello. Intentando serenarse y a la espera de una respuesta, se acerca a uno de los ventanucos enrejados, desde allí puede ver las torres del castillo desmochadas y a punto de derrumbarse, se vuelve para mirar a Natalia y cuando va a decirle; ¿qué diablos hago aquí? aparecen dos hombres, uno de ellos alto y fuerte como un roble, ojos grandes y saltones, destacando sobre su frente un mechón de pelo que él mecía con la mano, su aspecto era el de un hombre fiero, el otro hombre era bajito y delgaducho, la cabeza estaba calva y los ojos eran tan pequeños que parecía imposible que pudiera ver a través de ellos.
Anna espera, no quería perder la calma pero presiente que algo raro está pasando y que ella era la protagonista. Natalia sale unos segundos para aparecer de nuevo, en las manos tenía una carpeta con el logotipo del banco donde Anna prestaba sus servicios, ahora no tiene dudas, había caído en una encerrona, mientras Natalia con voz que rayaba en la grosería  le muestra unos documentos que saca de aquella cartera, exigiéndole que los firme inmediatamente.
Anna ante esta situación lo único que se le ocurre es querer ganar tiempo, aunque no sabe para qué y le dice a Natalia que los tiene que leer. Los dos hombres ante las palabras de Anna se inquietan, Natalia se acerca a ella amenazante ordenándole que firme cuanto antes mientras le ofrece un bolígrafo de propaganda, le dice que no tiene toda la tarde y que  además tiene mucha prisa. Anna cuando lee los documentos mira a los tres y en un impulso suicida los hace pedazos delante de aquellos estafadores, desatando la furia de la mujer y de los dos hombres. Anna inesperadamente recibe un golpe en la cabeza, queda semiinconsciente mientras siente cómo es arrastrada para poco después caer en un abismo. Cuando despierta es noche cerrada, mira en la oscuridad y cuando mira hacia arriba sólo puede ver cómo la luna tapaba el brocal del pozo, se encontraba metida en un pozo seco, no puede gritar al caer se había dado un golpe en la nariz, la tenía muy hinchada, también se había mordido la lengua en la caída, casi no podía respirar, asustada no puede pensar, pero…
 ¿Quién invitó aquel día a Natalia a tomar las copas con ellos?
 ¿Por qué se la presentaron con la intención de que se hiciesen amigas?
¿Cuál  de ellos estaba metido en ese lío?
Algo muy gordo se debía estar tramando para que la secuestraran ¿pero quién podía ser el artífice? Todos no podían ser, tenía que haber entre el personal del banco algún traidor que supiera el poder de su firma.

Continuará... 

Castillo de Trujillo (Cáceres)
Fuente: Hospederías de Extremadura

miércoles, 24 de septiembre de 2014

La pensión (3ª parte)



-         Entonces – dijo el de la voz atragantada- no tenemos otra solución que la de sacarla de España cuanto antes.
 Anna cada vez más asustada no se atreve ni a mover un dedo, pues estaba segura de que se trataba de una mujer que había sido asesinada. Una de las voces parecía lamentarse cuando dijo:
- Ahora, como siempre, nosotros tendremos que limpiar la mierda que sus caprichos de millonaria va dejando.
Minutos después aquellos hombres entran en el salón, no sabían que hubiera alguien allí y miran a Anna con desconfianza. Ella seguía con las manos aferradas al asa de su maleta mientras disimulaba estar con la mirada perdida  clavada en el televisor, los dos hombres se sientan frente a ella, parecían seguir una conversación ficticia poco coherente y sus caras desprendían satisfacción delante de ella.
 Anna llegó a la conclusión de que se bastaban ellos solos para resolver el problema, ya lo tenían decidido. Estaba segura  de que permanecería el tiempo justo en aquella pensión para  recuperar su carnet de identidad y después ya buscaría la manera de analizar aquella conversación que escucho desde el salón,  una vez fuera de allí podría aclarar con quien correspondiera lo allí ocurrido, contando lo que vio y oyó. Si hubiera habido alguna desaparición extraña, podría servir de pista a la policía y entonces pensó: ¿y si la victima era Rebeca…?
¿Y si era el cadáver que vio bajar por las escaleras? Un grito se ahogó en su garganta.
En esos momentos la patrona rompe con su voz su elucubración cuando le dice desde la puerta que ya se encontraba su habitación disponible. Sube las escaleras tirando de su troley cuando, de repente como una aparición, puede ver en el fondo del pasillo la silueta de una mujer vestida elegantemente con un traje largo de noche desentonando en aquel ambiente sórdido que la saluda con la mano haciendo resonar las múltiples pulseras doradas. Anna se inquietó pues no pudo distinguir su rostro.
Aquella noche Anna no se acostó, se encontraba demasiado nerviosa y sentada encima de la cama  repaso una a una mentalmente todo lo que había escuchado y ocurrido desde que había llegado a Madrid.
¿Por qué el taxista hizo ese gesto tan extraño cuando ella le dio la dirección de aquella pensión?
Serían las cuatro de la madrugada cuando Anna oyó unos pasos por el pasillo, parecían pasos vacilantes que de repente se pararon ante su puerta. Anna se queda sin respiración y poco después oye una voz que parecía venir de la habitación contigua, que le dijo en susurros:
-         No abras  la puerta bajo ningún concepto, no temas que estamos cerca de ti.
 Anna entra en el lavabo y se lava la cara, quería estar segura de que todo era un sueño, de repente pudo oír el chirrido que hizo el pomo de la puerta al ser girado, el pomo empezó a girar lenta, muy lentamente hasta abrir la puerta, Anna, expectante ve cómo la puerta al abrirse da paso a  la señora elegante que vio en el fondo del pasillo que pisando segura avanza hacia ella, Anna cuando mira su cara da un respingo, aquella mujer parecía tener la cara desfigurada a pesar de estar parcialmente tapada por una gruesa capa de maquillaje, sus ojos parecían dos bolas de fuego, Anna  no puede moverse ante esta aparición, se encuentra paralizada como si algo sobrenatural pusiera a su alrededor un  muro insondable que le aprisionaba.
La mujer, se acerca hasta casi rozar su cara, Anna no puede mover un solo músculo, en su estado de terror no se percata que la mujer saca de debajo de su chal una daga que con destreza  la pone junto a la garganta con intención de degollarla pero una mano certera le sujeta la mano con firmeza haciendo sentir un dolor tremendo a la mujer. Anna en esos momentos no parece sentir su cuerpo y la habitación empezaba a llenarse de policías.
Anna sentada encima de la cama siente que su cabeza se había trastornado cuando nota cómo sus piernas se humedecen lentamente con un reguero gelatinoso y frío que la va mojando. De repente da un salto y puede observar que el colchón  se encontraba mojado, levanta las sábanas y con horror comprueba que estaba empapado de sangre. Se tapa la boca con las dos manos para no gritar, en aquella habitación se había cometido un crimen y en aquella misma cama…quizás era el mismo cadáver que vio cómo  bajaban los dos hombres cuando ella  llegó.
Anna entonces creyó que dos de los policías que se encontraban más cerca de ella hablaban de una manera ininteligible y sin saber el motivo empezó a reír de manera convulsiva llegando los policías  a temer por su estado mental.
Cuando se encuentra calmada dice:
-         ¿Ustedes creen que pueden urdir porque sí algo tan grotesco? -Anna acusaba directamente a los policías- como  que me hiciera amiga de una desconocida, aunque bien pensado eso se llama llanamente echar las redes y yo como tonta caí en esa red como pica una trucha  el anzuelo ¿o tal vez  se dieron cuenta de que yo ignoraba que podía llamar tanto la atención, porque en esos momentos me encontraba vulnerable ante mi reciente desengaño?
Anna dejó de hablar unos instantes, indudablemente estaba portándose como una imbécil, aunque pensándolo bien creyó que era lo que había sido toda la vida.
Una vez en su casa cacereña ya sentada en el sofá se encontraba más sosegada y  recuerda aquel día que quizás, por el capricho del destino, había sido elegida para desenmascarar a uno de los cerebros más perversos que operaba en Madrid desde hacía un par de años y que llevaba de cabeza a la policía.
 Pero, entonces ¿qué clase malvados fueron  los que la involucraron a ella en semejante misión? Sonríe con desgana y recuerda que siempre fue una mujer de una naturaleza tranquila.  ¿Quién fue el que le tendió la trampa haciendo posible que un encuentro se convirtiera en amistad?
Anna se levanta, pasea por su salón, ahora recordaba que nadie le había comentado que le sucedió a  su “amiga” Rebeca.
¿Habría existido alguna vez? Lo que si supo Anna es que nunca más volvió a saber de ella. Anna cerró los ojos, apoyó su cabeza en el respaldo de su sillón y quiso soñar despierta que  por un solo día había podido llegar a ser  una heroína.

viernes, 22 de agosto de 2014

La pensión (2ª parte)



Anna no acababa de entender porqué aquella mujer se había quedado con su carnet dejándola indocumentada, al meterlo en el cajón lo había cerrado con una llave que ahora tenía en el bolsillo de su delantal. Nerviosa pensó que sería difícil salir de allí y que al día siguiente necesitaba encontrar otro alojamiento.
La mujer aparece de nuevo después de haber dado una patada a la puerta que con el impacto se cerró y quedó encajada, tenía las manos ocupadas en anudarse el delantal que parecía haber cambiado por otro y dirigiéndose a ella le dijo:
- Tardarán poco en limpiar su habitación, no se inquiete que enseguida estará lista.  Hasta hace unos minutos no ha sido desalojada por su anterior huésped- y señaló una puerta que se encontraba justo al lado de las escaleras-si lo desea, puede entrar en el salón y si le apetece le puedo servir una cerveza, ya sabe estos servicios al ser extras se pagan al consumirse.
 Anna con un gesto de su mano le indica que no desea nada.
Entra en el salón y echa un rápido vistazo, la estancia parece aceptable, los sillones se encuentran tapados con sabanillas de color granate, seguramente para ocultar la suciedad acumulada que suele pegarse a la tapicería cuando tienen mucho uso, delante está una mesa de centro  baja de madera con un cenicero de barro y un jarrón con flores de plástico. Ante el sofá se encontraba un aparador antiguo pintado con un barniz que le hacía brillar como si fuera de plástico y le robaba encanto a aquel mueble antiguo sobre el que se encontraba el televisor. En la pared un viejo tapiz moruno de los que  solían comprar como recuerdo en Melilla los soldados españoles que cumplían allí  el servicio militar, allá por los años cincuenta, ante esta observación, por primera vez y desde que entró en aquella pensión de sus labios salió una tenue sonrisa; decide sentarse y al mirar el suelo ve que las baldosas son hidráulicas, todo allí parecía sacado de un museo, a decir verdad, en aquella pensión parecía haberse parado el tiempo.
Poco después piensa preocupada qué era lo que podía haberle pasado a Rebeca para que la dejara tirada en la estación, mira su reloj de pulsera y se extraña que a esa hora ya cercana a la cena no hubiera ningún huésped de la pensión viendo la televisión a  la espera de ser llamados al comedor. Pasan unos minutos y Anna seguía aferrada al asa de su maleta demostrando que se encontraban en tensión, en aquel silencio podía oír una conversación a media voz que venía de una de las habitaciones. Anna pudo apreciar por el tono en el  que hablaban y  por la ansiedad que desprendían sus palabras que parecía que algo grave les inquietaba, Anna entretiene la espera poniendo atención a lo que hablaban aquellos hombres y era algo muy importante, según ellos se podían encontrar ante un hecho lleno de dificultades, también pudo oír,  esta vez su pulso se aceleró, que hablaban de un cadáver que tenía que ser eliminado, porque en el almacén donde provisionalmente lo habían llevado, no estaba seguro. Querían sustituir al vigilante porque era novato y podía abrir el congelador en una de sus rondas para cerciorarse de que todo se encontrara en orden.
Uno de ellos dijo:
-Hay que transportarlo cuanto antes, qué digo, de inmediato en el primer camión  que esté preparado para llevar mercancía a Francia, de esa manera estaríamos nosotros exentos de cualquier sospecha, porque una vez en Francia que se haga cargo del camión uno de los nuestros, que sabe lo que tiene que hacer. Por cierto ¿has pensado qué hacer si por un casual el chofer no es tampoco el mismo de siempre?
Ante esta observación parecen ponerse nerviosos, uno de ellos dice:
-         Sea cómo fuera esto, hay que hacerlo cuanto antes, habría que llamar a Francia para decir que parte de la mercancía es perecedera y que tiene prioridad en su entrega a cualquier otra que  tenga prevista su llegada desde Madrid.
Uno de los hombres cambió de voz, parecía que se había tragado algo pues hacía que su voz fuera ronca y entrecortada, mientras el otro interlocutor, levanta el tono de voz para decir:
-         Creo que sería una locura llevarla a Francia…
Se hace un silencio que se rompe para que uno de ellos diga:
-         Pero tampoco podemos hacer lo de siempre…
Las pisadas de los hombres por la habitación parecían nerviosas y al mismo tiempo  vacilantes. Anna podía sentir desde el salón cómo vibraban las vidrieras de la puerta.
El que parecía haberse tragado algo perdió por momentos la compostura  ante su compinche y dijo:
-         Alguien de la empresa de transporte puede sospechar de nosotros al ver que nos movemos mucho por allí, creo que debemos buscar una segunda alternativa pero ¿cuál?
-         ¡Calla!-  aquella orden le pareció a Anna que resonó en aquella habitación como un trueno.
Y con voz sumisa se atrevió decir uno de ellos:
- Otra opción sería tirarla al río Manzanares, por ahora no se me ocurre otra cosa que sea más segura para nosotros, la mayor parte del río está canalizado y seguro que tardan unos días en encontrarlo. Esto sería añadir un factor favorable para nosotros, pues como el ambiente se encuentra un poco convulso, puede que los de la criminal quieran resolver cuanto antes este crimen, diciendo que es el consabido ajuste de cuentas entre un narcotraficante y una prostituta deslenguada.
Anna no podía creer lo que estaba escuchando, mientras,  los hombres seguían inventando estrategias para salir airosos de aquel trance. Unos minutos después uno de ellos dice convencido:
-         No creo que lo de tirarla al río sea la solución más acertada.
           Pero el de la voz atragantada insiste en que  cree que es la mejor alternativa:
-  También tenemos que pensar un plan en el caso de que encontrasen el cadáver antes de arreglar nuestra huida y escabullirnos de lo que tenemos encima, que es un buen tufo.
Ante esta reflexión entre los dos hubo un silencio que a Anna la puso aún más nerviosa.
-¿Has pensado si esta descerebrada no ha limpiado bien y ha dejado ninguna huella que nos pueda identificar? Yo por mi parte no la toqué y entonces no hay de qué preocuparse. Y tampoco, ni siquiera la rocé.


Continuará...

domingo, 17 de agosto de 2014

La pensión (1ª parte)



Dos horas habían transcurrido desde que Anna se apeara del autobús que la llevó desde Cáceres a Madrid, en el andén de la estación esperó impotente la llegada de su amiga para recogerla, la cual parecía haber olvidado su cita. Después de un tiempo prudencial en el cual creyó que la espera era demasiado prolongada, decidió salir de la estación. Mientras subía las escaleras mecánicas desilusionada, siente cómo se va adentrando en un mundo desconocido y desconcertante para ella y una vez se encuentra en la calle, busca en su bolso de mano la libreta donde lleva anotada la dirección donde se alojaba su amiga. Mientras lee la dirección siente cómo una brisa helada y desagradable la despeina, mientras sus fosas nasales lentamente se desprendían de ese olor que suelen tener los andenes a muchedumbre mezclado con el gasóleo que queman los vehículos.
A unos pasos de la estación, ve una parada de autobús, pues no había conseguido parar ningún taxi, Anna ignora el recorrido del autobús, por lo tanto no tiene ni idea de hasta dónde puede ir después de sacar el billete, olvida sus temores, se siente emocionada de poder recorrer Madrid desde una ventanilla de un autobús urbano, después de dejar pasar cinco paradas, decide apearse pues se encontraba con síntomas de mareo.
Una vez en la acera, tira de su pequeño troley, se para unos momentos y mira de un lado y otro recordando con agrado una charla que mantuvo con una de sus amigas al anunciarle que pensaba pasar unos días en Madrid entonces le dijo: “Cuando llegues a Madrid tienes que tener en cuenta a donde te diriges, tienes que saber distinguir el Norte del Sur, ya sabes, este detalle es importante que lo tengas presente”.
Anna mientras recordaba la broma de su amiga sonríe al pensar que quizás tenía razón y que no era ninguna broma, pues se encontraba en una situación de que no era capaz de distinguir los puntos cardinales. Con este pensamiento sigue caminando, se siente como si fuera una brújula destartalada después de haber sido pisoteada y con las saetas partidas. Para un taxi y una vez sentada le da la dirección al taxista, cuando éste lee la nota, la mira mientras de sus labios se escapa una sonrisa:
- ¿Acaso es la primera vez que viene usted a Madrid?
Anna se sorprende por la pregunta y afirma seca.
Diez minutos después, el taxista para ante la puerta donde un rótulo anunciaba “Pensión  Sur”. Entra observa el vestíbulo y todo lo que le rodea mientras espera que alguien aparezca, de pronto una voz que sale detrás de una de las puertas le sobresalta:
-          ¿Desea habitación?
Anna busca con la mirada, pero sigue sin saber donde se encuentra la mujer y con el mismo tono de voz contesta sí.  Mientras esperaba que aquella mujer apareciera sintió cómo su cuerpo se tensaba, la mujer no parecía tener prisas por salir de donde se encontraba, a medida que los minutos transcurrían y no se oía ningún ruido dentro de la casa.
Cuando apareció la mujer se dirigió a ella con palabras que le hicieron pensar de que su amiga había tenido escasa fortuna al estar alojada en aquella pensión, la mujer una vez instalada tras el escueto mostrador, le pide su identificación y se cerciora de que el carnet es correcto. Anna le dice que busca a una amiga que se hospeda allí llamada Rebeca, la mujer sin levantar la mirada de una de las libretas donde Anna supuso anotaba los nombres de los hospedados, le habla de manera displicente :
-          Creo que se está refiriendo a una chica que estuvo aquí hospedada con ese nombre, pero de eso hace ya bastante tiempo, ahora recuerdo que empezó a salir con un chico y un día pidió la cuenta, supuse que era para irse con él, eso es lo único que se de ella, si es que hablamos de la misma persona.
Anna no supo el motivo pero después de hablar con aquélla mujer empezó a inquietarse, aquella chica de la que le habló no debía ser la misma persona, pues estaba segura que, de haber sido la misma no le hubiera invitado a llegar hasta allí. Miró de nuevo su libreta donde tenía anotada las señas y comprobó que eran correctas.
 ¿Qué motivo podía haber tenido Rebeca para mentirle faltando a su cita de la estación?
Después de mirar el reloj Anna comprendió que no podía buscar otro alojamiento, era tarde y no sabía desenvolverse por la ciudad, tendría que esperar a que amaneciera un nuevo día y quizás entonces tendría las ideas más claras, aún así, no podía evitar sentirse presa de una gran incertidumbre.
La voz de aquella mujer le hizo volver a la realidad, tendría que aceptar la habitación que le ofreciera, pues no tenía salida alguna. Tras el pequeño mostrador, de nuevo revisa su carnet de identidad con especial interés y Anna espera impaciente para que se lo devuelva, alarga la mano para cogerlo pero asombrada ve cómo lo guarda en un cajón, Anna ante este gesto se aterra. Segundos después y a la espera de que le asignaran su habitación, oye unas voces, mira y ve cómo dos hombres intentan bajar las estrechas escaleras con dificultad asiendo una camilla donde se suponía transportaban un cuerpo. Anna cuando pasan por su lado da un paso atrás hasta pegar la espalda en la fría pared y entonces pudo ver, por la rigidez que mostraba bajo la sábana que se podía tratar de un cadáver.
Mientras tanto la patrona de la pensión desaparece. Todo es muy extraño, la puerta por donde había desaparecido la mujer de repente se abre de par en par dejando al descubierto un patio lleno de cachivaches, latas vacías de conservas y diversas inmundicias, de pronto una nueva ráfaga de aire hace que la puerta golpee la pared cómo si fuera dirigida por un mecanismo haciendo que sus golpes fueran continuados.

Continuará...

miércoles, 30 de julio de 2014

La trampa (final)



Nada más terminar su versión de los acontecimientos, de nuevo le pareció ver una figura difusa de hombre que se escondía entre la luz oscilante que desprendían los troncos de leña al arder en la chimenea. Anna temblando deja caer su bloc al suelo, aterrada sale de la casa y en la salida coge la única arma que desde que llegó le había acompañado para defenderse de las alimañas. Corre por una vereda que lleva al pueblo… de repente tras ella puede oír una risa  que en el campo se magnifica haciéndole creer que estaba viviendo una pesadilla, poco después oye el ruido que hace la retama cuando es pisoteada; la estaban siguiendo y cada paso que da los siente más cerca de ella.
Anna pierde el control, ya no sabe a dónde ir, tira el palo al notar que le resta velocidad en su desquiciada carrera, de repente y cuando piensa que se encuentra cerca de la carretera, al salir de de la calleja y ante ella aparece un hombre, fornido, atlético que abriendo los brazos le intercepta el paso, sin más Anna cae al suelo desmayada.
Poco después despierta en el dispensario del pueblo, un agente le ofrece una taza de tila, Anna mira la taza aterrada, no se atreve a cogerla y mucho menos beberla, entra otro policía y acercándose a Anna le dice:
-          ¿Ha escrito usted esto?
 Anna reconoce su bloc, su mirada se pierde por los confines de su imaginación ¿acaso habían sido ellos los que habían estado merodeando por la casa? De pronto una sirena de la policía interrumpe sus cavilaciones. Uno de los policías le invita a asomarse por la ventana, Anna da un paso atrás cuando reconoce a Michel que con su mirada pareció querer fulminarla. Anna se retira, su cuerpo tiembla mientras el coche de policía se lleva a Michel.
- ¿Ha reconocido a ese hombre?
Anna no puede responder, se encuentra perdida.
De nuevo se abre la puerta y por ella entra su familia, se abrazan, su hermano mayor  mientras coge su mano le dice:
-          Nunca estuviste sola Anna, nosotros estábamos cerca de ti.
El gendarme sonríe:
-          Nos ha dado mucho trabajo, pues todos creíamos que tardaría poco en cansarse de estar sola.
El policía con voz que se asemejaba a un trueno le pregunta:
-          Cuando se casó con este individuo ¿sabía acaso quien era y cómo se llamaba?
-           Anna abre los ojos de par en par ¿pero a dónde quería ir a parar ese policía? El hombre ignorando la reacción de Anna y prosigue:
-          ¿Cómo desea que le llamemos, Michel, Javier, Lucas el trapecista?
 Anna reacciona de repente, unos días antes de lo ocurrido recuerda haber firmado unos documentos, pero dice que como una estúpida no leyó su contenido, todos los allí presentes, esperan que hable Anna, pero  después de un angustioso silencio, Anna rompe a reír cómo si le hubiera dado un ataque de risa.
Y mientras se seca las lágrimas de los ojos producidos por la hilaridad, dice al gendarme:
-          Nunca se le ocurra llorar  por un muerto, porque sólo los vivos dan motivos suficientes para producir penas duraderas.
Al salir del cuartel de la guardia civil del pueblo, Anna dirige su mirada hacia la ladera de la colina que le dio refugio y también la libró de cualquier acusación, pues se había convertido en una idealista y mística eremita.
Nadie sabría jamás que ella era la que había engañado a su falso marido, pues había hecho un seguro de vida a aquella mujer que, desde hacía tiempo, sabía quién era,  ella era su única beneficiaria y… cuando se hiciera un retoque de cirugía plástica, ¿creen acaso que la reconocería alguien de su entorno?  El contenido de la taza, le hizo el trabajo sucio.