La
cabeza le empezó a dar vueltas mientras aquellos seres pequeños y amorfos reían
a carcajadas al escuchar la historia que les era contada. Mientras, ella
permanecía en pie sin poder moverse. De repente un rayo iluminó el jardín que
seguido de un fuerte trueno hizo temblar la montaña y, entonces cómo fuera de
lugar se sintió como si fuera un náufrago en medio de un océano tempestuoso tan
sólo asida a un tronco tambaleante.
En
aquel momento el jardín empezó a bullir, por las cuatro esquinas empezaron a
salir seres que bailaban al son de un tambor que provenía de otro ser que se encontraba encaramado en
una pequeña alfombra voladora.
Anna
creyó estar viendo una representación teatral, mientras se hacía oír una voz
melodiosa pero enérgica que dirigiéndose a la concurrencia dijo:
-
Este teatro, señores, es el mejor y el
más representativo del pueblo coreano, y para quien no lo sepa les digo que son
llamamos Changguk.
En
unos segundos el jardín se convirtió una en una patética barraca de ferias,
mientras unos cuantos que parecían pertenecer al elenco de actores se acercaban
a las torretas, donde se encontraba el grupo de la “hipotética” familia, y a aquel
que Anna le otorgó el titulo de patriarca por ostentar el mayor volumen de masa
gelatinosa. Este ser, al ser sorprendido y encontrarse en medio de tanta
confusión, cayó el libro al suelo,
mientras tanto un actor de aquel grupo los incitaba a que volvieran a meterse
de nuevo en aquellas torretas o mausoleos.
De
repente otro grupo empezó a tomar formas de esperpentos fantasmagóricos
que hacían acrobacias, todos con sus
monerías empezaron a rodear a aquellos seres que no acertaban a entrar de nuevo
en las torretas.
En
la copa de un almendro donde se encontraba un grupo enmascarado, era aplaudido
con entusiasmo por el público que aclamaban gritando Talmori, Talmori, estos
actores parecían ser los más agresivos.
En
unos momentos ya habían acudido todos los campesinos del entorno para formar
parte de la fiesta. Alguien pide silencio, aquella potente voz hizo que Anna
saliera de golpe de su ensimismamiento, esa voz habló hiriente, como un
latigazo en plena cara.
-
¿A que habéis venido? –dijo.
-
Estamos aquí para que nos exorcices.
En
esos momentos los gritos y llantos de los allí presentes se fundieron con el
silencio del campo. Otra voz gritó:
-
¿Acaso creíais que por poner muchos kilómetros de por medio podíamos olvidar
las mentiras que urdisteis a vuestro pueblo hundiéndonos con ello a la miseria
y desesperación?
-
¿Y vosotros os hacéis llamar budistas pacíficos? Pues hemos
venido aquí, sólo para que nos devuelva
la libertad que nos quitasteis con engaños, tú, el gran señor feudal.
El
cielo se empezó a cubrir de nubes eran negras amenazantes, tanto que parecía la
respuesta a las plegarias de los campesinos de querer inundar aquel hermoso
paraje que ya no les pertenecía.
Al
instante se oyó el chirrido de los hierros de unos carros que entraron a toda
velocidad por la vereda de pizarra, se pararon ante la puerta de la casa. De
aquel carruaje engalanado con guirnaldas y campanillas bajó un hombre alto,
delgado, sus ojos oblicuos no le hacían justicia, tenía porte, de gran señor,
el silencio ante la presencia de aquel hombre se podía masticar, una lluvia
fina empezó a caer convirtiéndose en torrente, empapando a los allí presentes.
Mientras
aquel señor se empezó a despojar de su traje para quedar su cuerpo tan sólo
cubierto por una túnica de color azafrán.
El
señor al dirigirse a ellos les habló de manera diferente al que parecían
haberle oído a hablar, pues ese tono hiriente como el chasquido de un látigo,
parecía haber desaparecido de su léxico.
Anna miraba con detenimiento al gran señor, se quedó
atónita;
¿Acaso no era el abuelo que conoció por un retrato
que encontró olvidado en el desván?
Quiso
preguntar pero un espasmo de glotis, la dejó muda, sin duda era él.
¿Qué
significado tenía todo aquel lío de seres raros invadiendo su jardín?
¿Quiénes
eran en realidad los que habían salido
de la torreta funeraria?
¿Acaso
se había perdido en el espacio-tiempo?
Entonces
de pronto cedió la tensión, un trueno cómo si fuera parte de esa magia les hizo
volver a tomar su anatomía habitual,
entonces el hombre con ojos rasgados y
porte occidental les dijo de nuevo con una humildad que confundió a todos.
-
Por mi parte-dijo solemne-queda todo
solucionado, no habrá más demonios que os importunen, pues estas tierras son
buenas y hace tiempo que os esperaban, pues nunca dejaron de ser vuestras.
De
repente las torretas funerarias se esfumaron, desapareciendo ante los atónitos
ojos de Anna.
En
la entrada de la finca colgada en el enrejado de la verja se podía ver una enigmática
máscara negra, de ojos grandes rodeados de plumas blancas llamada Chuibali por
los coreanos, que su misión era el de aterrorizar a todo aquel que intentaba
entrar en aquellas tierras.
Los altos muros de vegetación no dejaban ver el
interior de la finca.
Continuará...
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