Habían
pasado cinco años desde que no cogía su apreciado lápiz de carboncillo, con él
solía dibujar los rincones más
emblemáticos con la técnica que sabía dominar mejor que nadie, la mano alzada.
Después
de tanto tiempo y de haber abandonado la pintura voluntariamente; un día Anna
decide que había llegado la hora de volver a volcar toda su imaginación en ese
lienzo en blanco que se encontraba olvidado en el desván de su casa.
No
sabía de donde le podía venir pero desde hacía unos días estaba oyendo una
llamada silenciosa que le pedía que volviera a volcar toda su imaginación en
pintar un cuadro que fuera tan bello en su contemplación que le hiciera
resarcirse del tiempo perdido. Aquella voz silenciosa que no dejaba de oír le
repetía que aquel lienzo olvidado necesitaba ser pintado, pero a su vez le
exigía que de hacerlo tenía que ser algo muy especial, algo que estuviera lejos
del llamado “arte popular”, que no son capaces de llegar a transmitir nada interesante
al ser contemplados; por lo tanto debía poner todo su empeño en sacar todo lo
que sabía que circulaba por sus venas.
Aquella
tarde se mostraba gris y enfermiza, Anna no sabiendo cómo acabar con el tedio que le
invadía, de repente se sintió empujada por una fuerza poderosa que le obligó a subir al desván con
temor, sintiendo un zumbido en los oídos que le puso furiosa
Una
vez dentro de aquel habitáculo que tantos sinsabores le hizo vivir, recordó cuando
se encontraba ante el caballete y no le llegaba la inspiración deseada. En
aquellos momentos el desván se encontraba en penumbra; antes de correr la
cortina que cubría la claraboya para que no entrara mucha luz, Anna nada más
entrar, sintió cómo si la estuvieran esperando, miró con recelo a su alrededor
y al no ver a nadie, se dió cuenta de
que había estado nada menos que cinco años equivocada al esquivar lo que era
una realidad que sabía emanaba desde lo más dentro de su ser.
Titubea
antes de sentarse en el taburete, coge el lápiz, lo pasea entre sus dedos
indecisos, en ese instante siente que el lápiz se desliza por el lienzo
dominando los movimientos de su mano, mientras tanto, su mente le obliga a hacer trazos extraños teñidos de colores
que le trajeron a la memoria paisajes soñados de los cuales nunca pudo llegar a
discernir el motivo por el cual se habían enquistado en su memoria.
De
pronto y sin motivo aparente, al mirar aquel boceto que creyó haber terminado,
le encontró algo que no le satisfizo, con rabia lo tiró a la papelera, y
lo reemplazó por otro en el caballete. Comenzó
de nuevo a dibujar, su mano era ágil cómo siempre, mientras iba configurando la
obra, aparecía sin saber que lo había
pintado, en el centro del cuadro una
guarida, el lienzo ante esta observación empezó a moverse onduladamente cómo si
le estuviera dando un ataque de risas, parecía decirle de que al fin estaba logrando su sueño, pues necesitaba ser
admirado por todo el mundo por su contenido.
En
unos instantes, todo pareció cambiar, todo lo que había pintado Anna cambia de
estilo, derivando la pintura hacia un estilo poco común. Se queda, por unos
instantes anonadada, era inverosímil lo que estaba contemplando y, vuelve a
mirarlo aún con mayor incredulidad, no podía creer que aquella pintura hubiera
salido de su mano.
Estresada
por la rara emoción que le produjo este descubrimiento, bajó precipitadamente
las escaleras, pero al bajarlas siente una opresión claustrofóbica, era como si
los pulmones se le hubieran comprimido en la cavidad torácica impidiendo la
ventilación.
Cuando
entra en el salón y antes de mirar en la estantería de la biblioteca el libro
que deseaba consultar, se sienta en el sofá, asustada desconoce el estado en el que se encuentra su desasosiego,
sólo sabe que le faltan las fuerzas para
poder ponerse en pie.
Cuando
se encontraba recuperada ante la estantería, pudo observar asombrada que había una hornacina. Se pone la mano en
el pecho, las palpitaciones se hacían a cada instante más y más intensas, mira
más calmada, la hornacina se encontraba vacía, pero, para su horror se
encontraba pintada en el color de la carne del cuerpo humano, entonces pudo ver
que en el fondo apareció espontáneamente la palabra ÉGIDA.
Anna
después de leer aquella palabra parece paralizarse, aquella frase en griego
significaba, tempestad o piel de cabra, Anna ante este descubrimiento se espanta, ¿qué
estaba sucediendo en su casa?, pues sabía por la mitología que Zeus con la Egida lanzaba rayos, pero aún se
intranquiliza mucho más cuando recuerda que esa palabra también puede
significar flecos de serpientes…
Continuará...
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