La verdad es que desde que Anna
se jubiló, se encontraba tediosa, casi insoportable al no
conseguir adaptarse a la rutina de la casa, porque ella siempre estuvo trabajando en la administración, por lo cual tuvo que convivir mucho tiempo rodeada de compañeros en una oficina cara al público. Pero desde que se casó comenzó a soñar con hacer viajes para quitarse por unos días, ese agobio que sentía desde su casamiento, al tener que permanecer tantas horas en los quehaceres de su casa.
conseguir adaptarse a la rutina de la casa, porque ella siempre estuvo trabajando en la administración, por lo cual tuvo que convivir mucho tiempo rodeada de compañeros en una oficina cara al público. Pero desde que se casó comenzó a soñar con hacer viajes para quitarse por unos días, ese agobio que sentía desde su casamiento, al tener que permanecer tantas horas en los quehaceres de su casa.
Aunque este tedio que ella sentía,
no se lo aplicaba su esposo, porque cuando ella le comentaba que le
parecía sobre la idea de realizar un viaje para romper la rutina, él le
contestaba, (lo que tú digas cariño) Pero un día y bajo el imperioso mandato de
Anna, (Fiti) como ella le llamaba en la intimidad, ante tanta presión aceptó
realizar aquel viaje evitando con ello una discusión, por lo tanto no molestó en
preguntar cuál iba a ser el destino. Mientras tanto la vida de (Fiti)
transcurría plácidamente cada mañana porque después de acicalarse, salía a la
calle demostrando con ello su “jubilosa” jubilación al tener por costumbre
sentarse cada día en la terraza del renovado café La Victoria y, que mientras
charla y charla con sus amigos se tomaba el aperitivo regado con una fresca
jarra de cerveza.
Que por supuesto al llegar a casa
su apetito se encontraba mermado, diciéndole a Anna, por favor, no llenes el
plato, estoy notando que el estómago me está dando la lata.
Anna airada y en silencio solía
recoger la mesa, poco después se sentaba en el sofá, y se enfrascaba en la
lectura, aquel libro, que no sabía cómo terminar, después de haber leído casi la
mitad, descubrió que era interesante pues le dio la idea de a dónde ir a romper
esa rutina, pues disponían de un tiempo ilimitado, el libro en cuestión
nombraba una ciudad al norte de África llamada Tombuctú, que supuso debía ser
diferente a cualquier otro destino que eligiesen, pues en el libro se hablaba de que era conocida por
sus 333 santos…
Poco después y decidido el
itinerario a seguir, Anna se dispuso a preparar la documentación necesaria, aún
a pesar del desagrado de su esposo.
Un martes del mes de Mayo, con la
documentación en regla se presenciaron en el Aeropuerto Madrid-Barajas- Adolfo
Suarez, se embarcaron en una nave de
poca envergadura y menos seguridad, que los llevaba a Tombuctú, que según el
folleto, fue fundada por los nómadas Tuaregs, Tifi, al pisar tierra africana,
se le demudó el rostro, al creer que
estaban cometiendo un error con este viaje.
Mira,--le comenta Anna-- esta
nota de sugerencias me la han dado en la agencia, él no hizo ademán de mirar,
pero ella siguió erre, que, erre, es curioso aquí dice, que los tuaregs eran
famosos por sus ropajes azules, ante
este comentario de Anna Tifi, se rasca la cabeza sin atreverse a hablar,
simulando con ello que su entusiasmo bloqueaba cualquier respuesta que él
pudiera darle, aquí también dice que el eje del Imperio Malí lo llevaban los
Tuaregs; pues fíjate este tema parece interesante, me gustaría ver alguno de
ellos por el desierto, Anna seguía y seguía hablando cómo si le hubieran dado
cuerda.
ÓH, exclamó, que programa más completo, creo que le caí bien a
la de la agencia de viajes, aquí se dice que, Tombuctú, era llamada la (Atenas
de África), entonces visiblemente emocionada le dijo tenemos que visitarla,
porque aquí también se cuenta que atesora
los 30.000 manuscritos escritos en árabe y, otras lenguas antiguas
africanas, todas ellas datan del siglo XIII.
Cuando llegaron al aeropuerto,
Anna se quedó desilusionada al apreciar la estructura que detectaba su estado de deterioro, que podía ser la causa de que fuera desconocida en
Europa, tal vez pensó Anna, estaba siendo infrautilizada por sus gobernantes, guardando un importante
patrimonio de las culturas africanas, al ser esta cultura exclusivamente oral.
Los excusó Anna.
Una vez en el suelo, se
encontraron con la inmensurable arena sahariana, al día siguiente de su
llegada se hallaban ante el legendario
llamado -Fin del Mundo-Poco después los dos se encontraban a lomos de unos camellos recibiendo el calor sofocante que
desprende la arena ardiente.
Anna comenta al camellero guía
¿Es cierta la historia que se cuenta de que éste era el paso de los legendarios
hombres azules llamados también del desierto? El hombre la mira con
escepticismo, poco después y como pensando la respuesta-le contesta—estos
hombres a los que está aludiendo, eran y,-- tal vez sigan siéndolo—hombres
valientes, tuaregs y nómadas.
De pronto, ante los ojos atónito
de Anna ve cómo el camello que montaba su esposo se desboca, pareció
enloquecer, la carrera que emprendió era tan frenética que daba la sensación de
ser guiada por una mano experta, cuando Anna reacciona su esposo había
desaparecido de entre las dunas, el camillero, al ver a Anna nerviosa,
mirándola sonríe y, sin más, siguieron
su camino hasta llegar a una Jaime, donde estaba previsto tenían que descansar
y pasarla noche, Anna mira antes de entrar, era una tienda que estaba cubierta
con la piel de cabra curtida, tintada con argila oscurecida la sostenía palos
de leña de bambú, Anna mira a lo más alto y la cúpula de aquella jaima se encontraba
cubierta de esteras, al entrar se sorprende al verla decorada con preciosos tapices, sin percatarse de que allí
le esperaba su esposo.
Anna al verlo sentado en la jaima
tras una mesita de té, creyó que era un espejismo, pues tenía la sensación de
que había sido raptado por algún ladrón del desierto; pasaron la noche allí, al
día siguiente llegan al Delta del río Níger, el paisaje despertó la fantasía de
Anna, aquel río guardaba mucha historia siendo abalado por haber tenido una de
las paradas más significativas y principales de caravanas que transportaban
mercancías como oro y sal, desde allí salían preparadas para atravesar el
desierto, y todo bajo la tutela de los llamados hombres azules que con su
historia hicieron de esta ruta una zona mágica.
Pero más tarde calló en desuso,
convirtiéndose en una encrucijada de caminos intransitables para la seguridad
desde que dejaron de proteger aquel territorio los tuaregs. Entonces todo aquel
imperio se convirtió en un lugar perdido a causa de que la ruta del desierto fue anulada para poner en
vigencia la ruta por el Mediterráneo.
Después de escuchar esta
historia, por boca de una beduina que preparaba unas tortas para cenar, Anna
creyó estar viviendo un espejismo, pues llegó a suponer, que aquello que había
desaparecido y relegado al olvido se encontraba cubierto con la arena del desierto. Pero Anna necesitaba ir a donde
le dijeron se encontraban los manuscritos sagrados, pues estaba informada de
que estaban escritos en corteza de
árbol, piel de cordero, y algunas en piel de gacela, tal vez—pensó Anna por ese
motivo eran reverenciadas—también supo que estas joyas se encontraban en el
norte de África, por lo tanto debían estar cerca de donde ellos se encontraban,
estos importantes manuscritos, eran llamados Manuscritos de la Paz.
Ya había anochecido cuando llegan
a la ciudad de Tombuctú, esta ciudad se hallaba guardada por una muralla gris y misteriosa, su esposo y ella se encontraban
caminando por calles estrechas, claustrofóbicas y tortuosas que se cruzaban y,
se mezclaban, haciéndote dudar el camino correcto a seguir y poder salir
indemne de aquel laberinto.
Anna, no se percató de que su
esposo no se encontraba junto a ella al estar tan involucrada en aquella
aventura que incluso en la decepción que le causó aquella ciudad donde esperaba
encontrarse con algún que otro misterio, que le informaron podía encontrarse
encerrado en cualquier recodo de cualquier calle, mientras tanto seguía
ignorando que tras ella unos pasos amortiguados por la arena la seguían.
Cuando mira hacia tras, lo hizo
sólo por comentar a “Tifi” qué le parecía todo aquello por donde estaban
pasando, entonces descubrió que se encontraba sola, tan sólo dos hombres con la
cabeza cubierta con turbantes y el rostro cubierto por un velo la miraban,
entonces sin saber qué decir, se dirigió a los hombres, se excusa, ¿Dónde está
mi esposo? los hombres haciendo un gesto y sin palabras le invitan a que les
siga, se mira, no entendía nada, pues iba vestida con el Hyab tapándole cómo
exigen las reglas de la indumentaria de la mujer en aquel país, entonces
inmediatamente se da cuenta de que el velo no le cubría el pecho,
inmediatamente subsanó el error, mientras los hombres insisten en que los siga,
Anna inquieta se pregunta, no entendía nada, pues se había vestido de esas
guisas para pasar desapercibida, lo mismo que su esposo, pero Anna ignoraba que
sin pretenderlo se habían delatado y alertado a la policía precisamente por
llevar esa vestimenta, al no lucirla correctamente, este detalle—pensó—que
debió ser el que alimentó las sospechas de la policía militar.
¿Pero dónde se encontraba su
esposo?
Desde ese mismo instante en que
cruzaba aquellas calles laberínticas, calles, cómo auténticas encrucijadas
escoltada por la policía, Anna comenzó a rodearse de problemas que creyó eran
fantasmales, pues no podía dilucidar si lo que tenía ante sus ojos eran sombras
o realidades, pues se movían constantemente a su alrededor.
Cuando Anna llegó al puesto
policial, sin más fue metida en una celda lúgubre, oscura, para Anna hasta
tenebrosa, nada más llegar preguntó por su esposo, pero no tuvo ninguna
respuesta, pero a media noche creyó ver, o quizás soñó, que su esposo la miraba
tras las rejas de la prisión vestido con un turbante azul, se remueve inquieta
en el jergón de paja en el que se encontraba echada.

