Nada
más entrar el tabernero todos le preguntaron si lo conocía. El tabernero con síntoma de
cansancio se dejó caer en una silla y, antes de articular palabra, se tapó la
cara porque lo que acababa de ver le pareció que había sido una pesadilla.
Entonces
y sin dar tiempo a que le hicieran más
preguntas, las campanas de la Iglesia empezaron a doblar a muertos.
—
¿Estáis oyendo eso? — Dijo el tabernero temblando — No sé si lo vais a creer,
pero aquel personaje en unos segundos había desaparecido ante mis narices.
Entonces acercando la palmatoria a los jóvenes
les suplica que le digan el contenido de la carta.
— No
es nada que te ataña, aquí dice que hemos sido elegidos para emprender un viaje
y eso es todo.
El
tabernero incrédulo se retiró hacia la barra con la vela en la mano, en su
caminar la luz que irradiaba la vela se convertía en tenues fantasmas.
Aquella
tarde no fue para nada tediosa pero, ¿qué les estaba pasando? Aquella noche
extraña los amigos no pudieron dormir, el sueño les había dispersado por unos
derroteros increíblemente tortuosos. Por la mañana los tres amigos se citan en la taberna antes de ir a
trabajar, se toman un café y Eufrasio preguntó al tabernero sobre lo sucedido
la noche anterior. El tabernero los mira, su mirada expresaba sorpresa, no sabía
de qué le hablaban, le enseñan la carta para que recordase.
— ¿Qué
queréis que os diga? es una carta, los tres se apartan de la barra para volver
a releerla, allí decía explícitamente que tenían que seguir unas normas y que
era imprescindible su cumplimiento.
Braulio
da un paso atrás, se tapa la boca con las dos manos para no gritar, estaba
asustado, cuando pudo hablar les dijo:
— ¿Sabéis en qué idioma está escrito?
Los dos al unísono le
arrebatan la carta de las manos, Braulio espera ansioso la reacción de sus
amigos, pero consternado observa que en sus rostros no había ningún gesto que
delatara sorpresa. Braulio de un tirón se hace con la carta y con ella en la
mano dice:
— ¿Estáis seguros de que
habéis leído bien la carta?
De nuevo un gesto de
incomprensión por parte de los amigos, entonces Braulio empezó a gritar con
todas sus fuerzas, este texto está escrito en francés, los dos lo miran cómo si
hubiera perdido la cordura.
De
pronto el tabernero les sorprende con una pregunta insólita:
— Decidme
la verdad ¿qué contiene esa carta que tanto os ha soliviantado?
Los tres se miran.
— ¿Y
qué nos cuentas tú? ¿Acaso lo has olvidado?
El tabernero los mira
cómo si los viera por primera vez.
— ¿Tampoco recuerdas cuando las campanas
empezaron a doblar a muertos?
— Creo
chicos que hoy estáis un poco alterados, será mejor que no digáis más tonterías.
¿Estarían delirando
aquellos jóvenes?
Al
día siguiente empezaban las fiestas y ferias de la ciudad, cuando los tres se
encontraban deambulando por la plaza mayor se acercan a un charlatán, que en voz en grito
acompañado por un megáfono que se asemejaba a una trompetilla, emitía unos
sonidos estridentes para anunciar su mercancía “ahora señora, le ofrezco por el
precio de una, dos mantas, qué digo dos, tres, y le añado un estuche que
contiene unos preciosos peines del más puro carey igual al que usan las
princesas orientales…”.
Los
curiosos se apretaban unos contra otros para conseguir estar en primera fila,
en aquel tumulto más que personas parecían arenques ahumados que sudorosos olían
cómo si estuvieran metidos en una cesta cerrada.
Los
tres contemplaban a aquel hombre que irradiaba magnetismo por los cuatro
costados mientras vociferaba su mercancía, entre tanta palabrería dejaba
entrever algo parecido a un mensaje que
parecía explícito, en el cual decía que había recorrido otros mundos donde
aprendió usos y costumbres de pueblos lejanos, para al instante volver a
retomar con sus ofertas encandilando a los incautos y a los más avispados.
Solo
los tres parecían entender esos mensajes que el charlatán parecía mandar, ellos lo escuchaban impávidos
sin perder una sola sílaba, pues lo que ellos escuchaban no era lo mismo que se
oía por el megáfono.
Continuará...
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